Los descubrimientos en torno al papel esencial que juega esta
vitamina en la salud y su déficit en la mala salud, no dejan de sucederse.
Sin embargo, y aunque algunos médicos comienzan a
recetar suplementos para paliar su carencia, el déficit sigue estando
dramáticamente generalizado entre la población y las dosis que se prescriben
siguen siendo escandalosamente bajas.
Muchas personas
siguen enfermando por culpa de un déficit de vitamina D .
Sirve para prevenir enfermedades de los huesos (como la
osteosporosis), para regular el sistema inmunológico (y
prevenir enfermedades como la gripe), para prevenir numerosos tipos de cáncer, enfermedades
auto inmunes como la esclerosis múltiple o la diabetes tipo 1, enfermedades cardiovasculares, hipertensión, demencia senil, estrés y depresión, que con la cantidad adecuada de vitamina D se solucionaría.
La vitamina D muchos la consideran más bien una
“super vitamina”, un nombre que tiene aún más sentido cuanto más se conoce el
increíble papel que juega en nuestra salud.
La mayor parte de la vitamina D la obtenemos a través del sol, a partir de
las moléculas de colesterol que circulan por debajo de la piel y que, al
interactuar con la luz solar, se transforman en vitamina D .
Y el resto, la obtendríamos a través de la alimentación,
ingiriendo alimentos que la contengan (como yema de huevo, sardinas, salmón,
caballa o arenque, por ejemplo).
Si tomáramos el sol lo suficiente durante los meses cálidos, podríamos
almacenar una cierta cantidad de vitamina D para cuando el sol deja de brillar.
Pero ni aunque contáramos con unas buenas reservas nos duraría para todo el
invierno.
El problema se acentúa por el hecho de que durante el verano no
sintetizamos la suficiente cantidad de vitamina D, y esto es así en muchos
países del mundo, incluida España, por mucho que seamos un país con gran
cantidad de horas de sol.
¿Por qué se nos escapa la vitamina D aunque haya tanto sol? La principal es que no lo aprovechamos, pues apenas dejamos que
el sol roce nuestra piel. Nos pasamos el día metidos en nuestras casas y
oficinas, o en los medios de transporte, y cuando salimos a la calle, lo
hacemos siempre bien cubiertos de ropa.
Para que nuestro organismo sintetice la vitamina D, el sol debe estar en lo
altopara que los rayos de sol incidan verticalmente sobre nuestra piel. Las pocas
veces que podría darse esta situación (cuando vamos a la playa, por ejemplo),
lo hacemos cubiertos y protegidos de cremas solares que bloquean la síntesis
de la vitamina D, de forma que apenas dejamos que el sol y la piel hagan su
trabajo. E incluso evitamos que nos dé el sol precisamente cuando sería más
útil para la síntesis de vitamina D, a partir del mediodía y hasta las tres de
la tarde.
Los dermatólogos sin duda han conseguido su objetivo (al igual que los
fabricantes de cremas solares) y están evitando problemas
de piel, pero a costa del déficit de vitamina D.
La falta crónica y generalizada de vitamina D es un asunto realmente serio.
Se estima que en todos los países occidentales hay un déficit alarmante. De
hecho la Unión Europea ha emprendido el proyecto de investigación ODIN,
liderado por la universidad irlandesa de Cork y en el que participan también
científicos españoles de la Universidad Politécnica de Madrid, con el objetivo
de medir exhaustivamente el déficit de vitamina D en Europa por grupos de
población y revisar las recomendaciones actuales de ingesta.
Sus resultados tardarán en llegar, pero el informe preliminar con sus
primeras conclusiones es contundente:
“El presente trabajo dentro del proyecto ODIN proporciona la primera
evidencia firme de que el déficit de vitamina D está generalizado en toda
Europa y en unas tasas que indican que se trata de un problema
grave de salud pública en el que subyace no solo el riesgo de enfermedades
óseas metabólicas, sino también de otros problemas potenciales de salud”.
Y en España, por mucho que exportemos la idea de sol y playa, lo cierto es
que el déficit de vitamina D es generalizado. Hay estudios concretos que
confirman que la población española lo sufre, y cuya conclusión es que en áreas
geográficas variadas y en distintos tramos de edad, la población española, pese
a tener sol en abundancia, tiene déficit de esa vitamina.
Un reciente estudio quiso poner a prueba la teoría
imperante hasta hace poco de que en los lugares soleados la vitamina D no era
un problema para su población. Para ello midieron el nivel de esta vitamina en
254 adultos sanos de más de 50 años de Marruecos, un país situado en una
latitud ideal en cuanto a inclinación de los rayos solares que recibe y que, de
hecho, tiene sol la mayoría de los días del año. ¿Su conclusión? El 85,2% de
los hombres y el 77,4 de las mujeres tenían un nivel insuficiente de vitamina
D. Detrás de estos resultados influye sobre todo la forma de vestir tanto de
hombres como de mujeres, que tienden a exponer poca piel a la luz del
sol.
La ropa (camisa, pantalón, etc.) hace que no podamos sintetizar vitamina D
aunque haga sol.
Además, ciertas enfermedades acentúan el riesgo de déficit (como la
enfermedad renal crónica, la fibrosis quística, enfermedades hepáticas, enfermedad inflamatoria intestinal,
etc.).
Y, por supuesto, también influyen las condiciones ambientales (latitud,
altitud, contaminación del aire, nubosidad…), que tienen una gran influencia en
la intensidad de la radiación UVA que llega al suelo.
En definitiva, si viviéramos en los trópicos y pasáramos la mayor
parte del tiempo al aire libre, no tendríamos que preocuparnos por
la tasa de
vitamina D. Y tampoco si diéramos paseos diarios al sol. ¿Qué hacer para tener suficiente vitamina D?
Como hemos visto, el sol no basta y llegamos al otoño con las reservas
de vitamina D bajo mínimos, y tampoco podemos obtener suficiente a través de la
alimentación, ¿qué podemos hacer para garantizar que tenemos la cantidad
necesaria para sacar partido de todos sus beneficios sobre la salud?
Además de la alimentación tenemos que tomar suplementos de vitamina D, en pastillas o en ampollas. Nos protegeremos de la gripe, de enfermedades como la osteosporosis, la
diabetes, las enfermedades cardiovasculares, el párkinson, la depresión o reducir el riesgo de ciertos tipos de cáncer, entre otros. Y trataremos con éxito la dermatitis atópica, enfermedades inflamatorias intestinales,
enfermedades cardiovasculares…
El aporte nutricional recomendado de forma general de vitamina D en
Europa es de 200 UI al día, que es el que consta en la información nutricional
que aparece en la etiqueta de los alimentos, redactada según la legislación
vigente a nivel de la Unión Europea,
bajísimo. Tanto que roza lo ridículo.
No hay un único criterio respecto a las dosis recomendables, pero quienes
más saben, dentro de sus discrepancias, apuntan a unas dosis ostensiblemente
más elevadas. Por ejemplo, la Sociedad americana de
Endocrinología y el Vitamin D Council (una sociedad científica sin ánimo de
lucro estadounidense centrada en la vitamina D), recomiendan 2000 UI al día en
bebés, 4000 UI al día (o 2000 por cada 11,34 kilos de peso en el caso de
Vitamina D Council) en niños y 10 000 UI en el caso de adultos.
Cualquier médico español probablemente le diría que es excesivo, pero tenga
claro que las investigaciones más punteras van por ahí.
Teniendo en cuenta todas las circunstancias que intervienen en la cantidad
de vitamina D con la que es necesario suplementar la dieta, si estamos sanos deberíamos empezar ya mismo a tomar 2000 UI de vitamina D al día.
Para la mayoría de la gente, la toxicidad con la vitamina D es imposible
con niveles de ingesta por debajo de 10 000 UI al día.
La vitamina D es fácil de encontrar en farmacias, herbolarios y tiendas
especializadas. La mejor es la forma D3 (colecalciferol) en lugar de la D2
(ergocalciferol), puesto que la D3 es exactamente la que produce su cuerpo por
la exposición al sol. Y tomarla en dosis diarias
(aunque existen formulaciones con dosis únicas de 50 000 o incluso 100 000 UI,
pero es más lógico y natural tomarla en la dosis que va a utilizar el organismo
diariamente).
No hay
nadie a quien no le vaya a beneficiar tomar vitamina D. Además, si estamos tomando un suplemento multivitamínico, es perfectamente compatible con él. De
hecho, sería recomendable complementarlo con el de vitamina D, pues en los
multivitaminícos la dosis que suelen incluir de vitamina D es insuficiente para
cubrir las necesidades diarias.